Había una vez una pequeña águila llamada Ágata que vivía en un gran bosque verde lleno de árboles. Cuando aprendió a volar y con el permiso de sus padres, comenzó a divisar todo el bosque desde el aire.
De hecho, debido a la grandeza de la arboleda, a Ágata le encantaba volar y ver todo el mundo en lo alto del cielo azul.
El encuentro con el lobo Vali
Un día, mientras volaba por el bosque, vio a un pequeño lobo que corría por el suelo. Ágata, extrañada por la forma en que se desplazaba, se preguntó por qué el lobo no volaba como ella. Por ello, Ágata descendió hasta acercarse junto al lobo.
— ¡Hola! Soy el águila Ágata, eres un lobo verdad? ¿Por qué no vuelas? Preguntó con inocencia.
— No puedo volar, ¡soy un lobo! Exclamó. — Mi nombre es Vali, vivo dentro del bosque con mi familia.
Ágata se rio y le dijo a Vali: — ¡Eso no es una excusa! Yo soy un águila y mira cómo vuelo. ¡Podrías volar también si lo intentaras!
El lobo se quedó pensando y finalmente dijo: De acuerdo, lo intentaré. ¿Cómo lo haces tú?
El lobo Vali intentando volar
Seguidamente, la pequeña Ágata le explicó al lobito como usar sus alas para levantar el vuelo. Sin embargo, el lobo no tenía alas por lo que trató de elevar el vuelo moviendo las patitas. Debido a que no funcionaba, el lobo Vali empezó a aullar con su garganta para tratar de hacer más fuerza y elevarse.
No obstante, no dio resultado, sin alas el lobo era incapaz de volar. Por ello, Ágata, de un tamaño algo más grande que el lobito, le ayudó a subir a su espalda.
El águila Ágata volando con el lobo Vali
¡El primer vuelo de Vali encima de Ágata fue muy emocionante para el lobo! Sin embargo, a los pocos minutos, Vali le pidió a Ágata que descendiera, ya que se resbalaba en el plumaje del águila.
El lobo Vali entristeció, ya que deseaba mucho poder volar con Ágata, pero tenía miedo de caerse y hacerse daño. Aunque Ágata era muy joven, conocía la existencia de la resina, una sustancia pegajosa que se encontraba en muchos árboles.
— Un momento, ¡ahora vengo! Dijo Ágata.
El pequeño lobo esperó unos minutos hasta que de pronto vio venir a la pequeña águila con algo en su pico.
Con todo esto, Ágata aterrizó y puso la resina en las pequeñas patitas del lobo.
— ¡Está pegajoso! Exclamó el lobo Vali.
— ¡Exacto! Con esta sustancia en tus patas podrás agarrarte a mis plumas sin resbalar. – Respondió Ágata con entusiasmo.
Dicho esto, el lobito Vali se subió con Ágata, y volaron juntos y sin preocupaciones por primera vez sobre el bosque. En consecuencia, el lobo aprendió y descubrió otra forma de ver el mundo gracias a la idea de Ágata.
Moraleja
Desde entonces, Ágata y el lobo fueron grandes amigos, crecieron juntos y se hicieron mayores mientras volaban cada día.
De esta manera, el lobo aprendió que no importa lo que seas. Por ello, siempre puedes hacer cosas nuevas y divertidas si lo intentas, buscando nuevas formas de conseguirlo.